A partir del 8 de diciembre de 2019, cuando se habló del primer caso de COVID-19, hemos podido constatar que no estamos… todavía en guerra para vencer esta devastadora pandemia porque todavía no conocemos la debilidad de nuestro adversario, pero para sobrevivir a estos ataques, a veces mortales, hemos puesto a prueba nuestra capacidad humana desde hace meses.
Distinguimos a los seres humanos de los primates desde que los primeros enterraron a sus muertos como una muestra de compasión y, al mismo tiempo, de elaboración cultural, pero ¿qué podemos decir de aquellos guayaquileños que tuvieron que abandonar a los suyos en el pavimento de la ciudad en medio de una pandemia, cuando la solidaridad y el respeto hacia el otro eran esenciales para la supervivencia de la comunidad? No creemos que para ellos un mea culpa por parte de algunos funcionarios corruptos e incompetentes sea suficiente para devolverles su dignidad humana.
Hace apenas cincuenta años estábamos en el comienzo de esta era de la sociedad de la comunicación gracias a las nuevas tecnologías, una sociedad de control, que siguió a la sociedad de disciplina establecida desde las leyes Napoleónicas, en los años setenta, Henry Laborit (Hanoi, 21 noviembre 1914 - Paris 18 mayo 1995) investigador científico, participante en el descubrimiento del ADN, ya había propuesto reemplazar los tres pilares de la república con: conciencia, conocimiento y creatividad.
La conciencia de sí mismo del individuo y de su entorno prevalece ahora sobre la libertad, que se ha convertido en un concepto demasiado abstracto. El acceso al conocimiento gracias a las nuevas tecnologías es una herramienta esencial para la igualdad de oportunidades de los futuros ciudadanos. La creatividad, por su parte, siempre ha sido un lugar de resistencia bajo cualquier régimen, al hacer obras inmortales en el curso de la historia humana.
Hace diez años el proyecto de la Factoría nació con fondos propios para poner en práctica estos conceptos. Con habitantes de la zona, capacitados por nosotros, construimos la infraestructura para dar acogida a pasantes, y dimos vida al proyecto a través de fondos para vínculos con la comunidad de varias universidades. Con la crisis sanitaria, económica y educativa actual, estos fondos ahora están agotados, razón por la cual hemos desarrollado el proyecto, cuya síntesis está contenida aquí.
La Factoría está construida sobre un terreno rodeado de colinas protectoras de las luces de la ciudad, lo que facilita la observación nocturna del cielo. Posee un clima clemente y la vegetación permanece verde durante todo el año. Ofrece biodiversidad y una fauna bien conservada, ya que se encuentra en una zona de reservas ecológicas.
El proyecto
La Factoría, ha desarrollado con la colaboración de diversas universidades y artesanos locales durante diez años formaciones en los dominios de la arquitectura del diseño y la artesanía, siempre respetando el medio ambiente. Hoy nos gustaría ampliar las capacitaciones en las áreas de agricultura orgánica y vida saludable.
Mediante la creación de una cooperativa agrícola ecológica y sostenible, ponemos nuestra tierra a disposición de familias que no tienen. Tierra que se utilizará también para el trabajo práctico de estudiantes locales de 15 a 18 años a través de talleres de agricultura orgánica.
En las poblaciones circundantes, con una mortalidad temprana muy alta debido, entre otras cosas, a malos hábitos alimenticios, es esencial capacitar a los jóvenes en un estilo de vida saludable. También les proporcionamos nuestra infraestructura de capacitación y recepción.
La distancia física está garantizada en La Factoría. En un espacio de una hectárea que acoge a un máximo de 10 estudiantes por sesión, los diferentes grupos de trabajo cumplirán fácilmente con las reglas de salud recientemente impuestas.
La formación de los estudiantes está integrada en los planes de estudios nacionales existentes de las escuelas y universidades.
¿Qué haremos con su participación?
Pasantías gratuitas. Durante el año y dos veces al mes, recibiremos diferentes grupos de capacitación de diez alumnos de entre quince y veinticinco años, esperamos llegar a unos doscientos estudiantes locales y urbanos.
Los estudiantes locales participarán en pasantías con trabajo práctico en el campo de la cultura orgánica, estilo de vida, salud, diseño y cultura artesanal.
Los estudiantes de las ciudades vendrán de varias facultades para desarrollar proyectos esenciales requeridos por los municipios vecinos. Se beneficiarán de la ayuda de maestros que los acompañarán hasta que los proyectos se lleven a cabo a través de programas de enlace con la comunidad rural.
La participación de todos los estudiantes e mediante estará sujeta a una carta de motivación que indique el taller que han elegido y al compromiso de transmitir las experiencias adquiridas a sus compañeros.
Prácticas de un aprendizaje dinámico
Dejando de lado la competencia en favor de la colaboración para damos lugar al compañerismo entre individuos de 15 a 25 años, para su orientación profesional en la integración de sus proyectos en las zonas rurales, organizamos encuentros para sincronizar las diversas aptitudes en una creación colectiva, que responda a las necesidades reales de las comunas.
Practicamos encuentros interculturales sin olvidar que la cultura es una palabra de la ciudad y que fuera del mundo urbano, hablamos de la tradición, del saber-hacer y de la transmisión. En este espacio y su lenguaje queremos integrar programas académicos a través de vínculos en las zonas rurales, que perpetúen la memoria de las manos y el intercambio de saberes.
La observación
Damos importancia a lo emocional frente a lo intelectual, en favor de la educación. Les pedimos que lleguen con un proyecto, solicitamos un discurso, una historia que revele la parte emocional.
La flexibilidad y la polivalencia nos imponen la creación de una fraternidad, donde el saber SER prima sobre el saber HACER, para juntos redefinir constantemente los objetivos. El mismo entorno nos garantiza lo más precioso de todo; el silencio, que es el lugar de la inacción, donde nace la poesía.
Ponerse al nivel de cada uno sería demagogia, pero respetar el tiempo necesario de cada uno para su proyecto, es la pedagogía de una experiencia entre individuos responsables que se comprometen a colaborar.
El objetivo del proyecto es adquirir autosuficiencia en tres años.
Al desarrollar cultivos orgánicos en más de dos hectáreas, esperamos producir un excedente de frutas y verduras para la venta.
Mediante el desarrollo de iniciativas culturales a través de proyectos de paisajismo apoyados por un festival anual que se celebrará en el triángulo de los pueblos de Valdivia, Olón y Dos Mangas. Una vez que la situación económica del país y del mundo se haya estabilizado, esperamos que el presupuesto de las Universidades vuelva a financiar las pasantías de sus estudiantes, que son obligatorias en el marco de sus programas.
Con la colaboración de los habitantes, uno de los objetivos será crear lugares de exhibición, con la esperanza de revivir el ecoturismo y así reactivar las instalaciones existentes en los municipios.
Esperamos que se reanude el turismo regular en la costa y que nuestra infraestructura disponible fuera de las pasantías se vuelva a ocupar como antes.
Gracias a las ventas de nuevos productos, como mobiliario desarrollados con artesanos de las comunidades aledañas, esperamos continuar capacitando a las personas locales en el campo de estilo de vida.
Su compromiso durante tres años con la suma de doscientos setenta y cinco dólares por año nos permitirá continuar, a partir de septiembre, el proyecto que comenzamos hace diez años.